miércoles, 29 de diciembre de 2010

Mousehunt (Un ratoncito duro de roer,1997)

    Hacia 1997, la recién nacida Dreamworks SKG mantenía un duro combate contra la todopoderosa Disney por hacerse un hueco en el mundo del cine infantil. De hecho, tras el estreno de El Rey León (1994), la Disney no volvió a levantar seriamente la cabeza (solamente obtuvo resultados, catalogados como modestos, con Toy Story y Pocahontas), poniendo las cosas realmente fáciles a quien quisiera penetrar en el mundillo. Y Dreamworks SKG, por supuesto, no se hizo de rogar.
    Mousehunt es, precisamente, uno de esos primeros proyectos que presentó la nueva productora y que obtuvo cierto calado entre el público infantil. Una buena puesta en escena que quedaría consolidada al año siguiente con Antz y El Principe de Egipto. Para dirigirla, se eligió a un director que empezaba a despuntar, Gore Verbinski, quien, años más tarde, nos daría una buena dosis de Piratas del Caribe. Siguiendo con el pique con la Disney, Mouse Hunt estaba protagonizada nada menos que por un ratón, aunque no uno cualquiera. Puede que no tuviera guantes blancos, calzones rojos ni un perro naranja, pero sí la suficiente inteligencia como para mantener a raya a sus contrapartidas humanas: Nathan Lane, Lee Evans y hasta a Christopher Walken. La historia gira en torno a dos hermanos, Ernie y Charlie Muntz, quienes, junto a una fábrica de cordel que le hace la competencia al asilo de la ciudad, heredan de su difunto padre una mansión en las afueras. Mansión que, como descubrirán pronto, tiene un valor arquitectónico equivalente a una cifra con muchos ceros a su derecha, justo lo que necesitan para solucionar su precaria situación económica. Con lo que no cuentan es con el único e inesperado habitante de la mansión, un pequeño e inocente roedor que es rápidamente considerado como un terrible riesgo para los futuros beneficios que puede generar la casa. Al ratón no parecen importarle mucho los nuevos habitantes de la casa, pero lo que no permitirá es que traten de librarse de él.
    Sin duda, al ser una película pensada para los niños (a medio camino entre Solo en casa y los Looney Tunes), la música debía tener tanto protagonismo como el roedor del título. Alan Silvestri (quien volvería a colaborar con Verbinski en The Mexican, antes de que el último probara otros sabores en mediaventures, o sea, Hans Zimmer y los suyos) nos regala en Mouse Hunt todo un despliegue de momentos trepidantes, muy divertidos y plenos de riqueza que hacen sonreir a cualquier niño y no tan niño. Es increíble la cantidad de temas que llega a desarrollar para la película y que podemos disfrutar. 
    Incluso habrá quien piense que Silvestri malgastó su talento en un producto tan irregular, cuando cualquier otro compositor habría tirado por el camino más fácil, con algún tema principal que sonara divertido y el resto música de relleno. Pero no Silvestri. En Mouse Hunt encontramos una gran variedad de motivos, todos ellos de gran calidad. Comenzando por el Main Title, un tema que más que a un personaje concreto (como pudiera ser el ratoncito) se podría asociar a una situación. De caos, en este caso, como la que tiene lugar nada más comenzar la película. Se trata de un tema muy pegadizo, la mejor aportación del compositor a la película. No podrás evitar tararearlo en cuanto lo escuches. Silvestri reutilizará el tema en todas aquellas situaciones que conlleven un cierto grado de descontrol o locura, como cuando los dos protagonistas, totalmente desesperados, persigan al ratón destrozando partes de la casa a su paso, o en la escena final de la subasta cuando todo se vaya a pique. El tema resulta esencial para darle comicidad a las escenas a las que acompaña.
    Por otro lado, tenemos un segundo tema más pausado, que tampoco se puede asociar directamente a ningún personaje, pero sí a aquellas situaciones más tranquilas o tiernas, como los momentos para la reflexión o el recuerdo de los dos hermanos, rememorando a su padre muerto, o el epílogo de la historia, la enternecedora pista String Cheese. Cabe destacar también el simpático modo en que el compositor interpreta el tema en Silent Movie o en Charles Lyle Larue, donde adquiere forma de vals.
    Está también el tema Chez Ernie, que simula a los típicos temas de pasarela de Hollywood, utilizado en la escena del restaurante de lujo, y más tarde también, silbado, mientras Charlie se prepara un bocado justo antes de encontrarse con su pequeño inquilino. Merece la pena recordar también las escenas con César, el controlador de plagas (sardónicamente interpretado por Christopher Walken), al que Silvestri le dedica un identificable tema de corte épico, Caesar's Big Drag, que se ajusta a la perfección a las imágenes. Otro tema más es el de corte jazzístico, con el piano como protagonista, que aparece únicamente en la pista Insufficient Postage, asociado al viaje de ida y vuelta que se da el ratón en un paquete postal por vía aérea.
    Realmente, no es que haya un motivo para el ratón, es que prácticamente toda la banda sonora podría identificarlo. Los muchos pizzicatos son una prueba de ello. Precisamente esto hace que los temas tengan una duración muy corta, que raramente supera los tres minutos (con la excepción del estupendo reprise de temas del End Credits). En conjunto nos queda una banda sonora muy simpática y tremendamente divertida, muy disfrutable incluso sin haber visto la película.

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martes, 21 de diciembre de 2010

Dragonheart (Corazón de Dragón, 1996)

    Dragonheart fue una de esas películas que, si bien no eran grandiosas, por lo menos sí que eran originales en su planteamiento, tenían un guión aceptable y efectos especiales esmerados. Y es que el dragón de esta película está bastante mejor logrado que los de películas muy posteriores (léase Eragon), a pesar de que éstas últimas contaban ya con posibilidades tecnológicas mayores.
    A pesar de todos estos elogios, Dragonheart, sin esta BSO, ya estaría más que olvidada. Posee uno de los mejores temas principales de los noventa. Aquí nos encontramos con un Randy Edelman fuera de lugar. Es sin duda una de sus mejores composiciones, junto con Dragon: la vida de Bruce Lee y Daylight, en lo cual puede recordar en algo a estas dos.    
    Edelman nació en Paterson, Nueva Jersey, hijo de una maestra de primer grado y un contable. Estudió en el Conservatorio de Música de Cincinnati antes de dirigirse a Nueva York, donde tocó el piano en diversas orquestas de Broadway. Ha producido varios álbumes en solitario de canciones, algunas de las cuales se registraron más tarde por The Carpenters (I Can't Make Music, Piano Picker, y You), Barry Manilow (Weekend in New England) y Olivia Newton-John (If Love is real). Posteriormente se trasladó a Los Ángeles. Fue allí donde Edelman empezó a trabajar en la composición para cine y televisión.
   Una de sus primeras partituras  para el cine fue para la película Acción Ejecutiva (1973), que presentó una versión adicional de algunas teorías sobre el asesinato de John Fitzgerald Kennedy en 1963. A mediados de la década de 1980, Edelman escribió el tema para MacGyver, una popular serie de televisión protagonizada por Richard Dean Anderson, llegando a componer música para muchos episodios de la misma. Por esas fechas, y hasta mediados de los 90, también colaboró con Ivan Reitman, componiendo la música de varias de sus películas, como Los gemelos golpean dos veces (1988), Los Cazafantasmas II (1989), Poli de guardería (1990), Beethoven (1992), Angels in the Outfield (1994),  La Máscara (1994) y Daylight (1996). 
    Además, Randy Edelman fue galardonado con el prestigioso premio Richard Kirk de BMI y TV Awards en 2003. El premio se otorga anualmente a un compositor que ha hecho importantes contribuciones a la música de cine y televisión. Una de sus últimas composiciones ha sido La Momia: La Tumba del Emperador Dragón.
    A pesar de todas estas colaboraciones en películas renombradas, Randy Edelman es uno de esos compositores que no han conseguido llegar a jugar en la división de los grandes, aun dejando algunos trabajos que el público, tanto el seguidor fiel de la música de cine como el que no, recordarán durante muchísimos años. Su colaboración en El último Mohicano (1992) y éste Dragonheart del que hoy hablamos se convirtieron en dos de esas bandas sonoras que de vez en cuando conectan plenamente con el público y se ponen de moda durante bastante tiempo. Prácticamente cualquier profano ha escuchado o incluso tiene alguno de estos álbumes, sobre todo el primero.
    Dragonheart es, con toda probabilidad, su mejor trabajo, superando a su magnífica Gettysburg. Por fin se volvió a ver a un Edelman inspirado y brillante elaborar una de las partituras de aventuras más logradas que se han podido escuchar, casi rivalizando con obras maestras del género como Willow o Indiana Jones. Tiene casi todo lo que se le puede pedir: un tema principal memorable, unas variaciones exquisitas, unos temas secundarios que, aunque escasos, son de buen nivel y muy adecuados a las necesidades del filme, y un tono aventurero muy eficaz. Además, mantiene un equilibrio formidable entre la aventura sencilla y cómica y la épica con rasgos melancólicos.
    El sublime motivo central se expone por primera vez en The World of the Heart entre algunas variaciones del registro aventurero. Bellísimas melodías con una orquestación que recuerda mucho a John Barry ofrecen un instante de esos que conmueven y enamoran desde una primera escucha. La partitura recurre a este patrón en algunas ocasiones, pero el resto se mueve entre los demás temas afianzando una relación entre música e imágenes excelente en todo momento y consiguiendo que la película gane varios enteros. Tenemos el toque dramático, otra melodía maravillosa y perlada de melancolía, cuyos mejores momentos suenan en To the Stars (segundo instante mítico de la película) y Draco; hay breves incisos hacia la épica, generalmente con un tono de añoranza, indicando con atino que nos hallamos ante el ocaso de una época, como el impresionante Einon o el más trágico Flight to Avalon; pero el motivo que más abunda es el de aventuras, al que Edelman otorga correctas variaciones que en muchas ocasiones muestran un registro sencillo y con notables inclinaciones hacia el humor, donde destacan momentos como The Last Dragon Slayer.
    Dragonheart se presenta como una banda sonora que aúna la sencillez con la épica a través de melodías hermosas y embelesadoras donde la armonía entre inspiración y buen hacer se traduce en unas estupendas sonoridades en las que todos los motivos son excelentes para complementar las imágenes; sin embargo, en un par de cortes, Edelman supera la excelencia para llegar al sobresaliente, con unas notas inconfundibles e inolvidables que parecen más propias de autores como John Williams: esos deslumbrantes The world of the Heart y To the Stars, tan dulces y melancólicos al mismo tiempo. En la discografía del autor, un trabajo completamente imprescindible. En la música de cine, uno de esos hitos que surgen de vez en cuando de donde menos se espera y que merece un hueco en cualquier colección que aspire a tener algo más que clásicos y renombrados autores.

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domingo, 12 de diciembre de 2010

Infiel (Unfaithful, 2002)

    Adrian Lyne, director de Infiel, ha demostrado pocas cosas a lo largo de su carrera. Una de ellas ha sido hacernos saber que, como mínimo, tiene buen gusto musical. Continuando con la racha que ha venido llevando (Maurice Jarre, John Barry...), después de la exquisita partitura que Ennio Morricone compusiera para Lolita, Lyne se marcó un tanto al asociarse con Jan A.P Kaczmarek.
    Jan Andrzej Pawel Kaczmarek nació en Konin, Polonia, y comenzó sus estudios musicales a muy temprana edad. Además, se graduó en Derecho por la Universidad Adam Mickiewicz de Poznan.
    A finales de 1970, Kaczmarek comenzó a trabajar con Jerzy Grotowski y su innovador teatro experimental. Creó la Orquesta del Octavo Día en 1977 y grabó su primer álbum, Música para el Fin (1982), para la compañía estadounidense Flying Fish Records.    En 1989, Kaczmarek se mudó a Los Ángeles, California. En 1992 ganó el Premio Drama Desk a la Mejor Música en un juego por su música incidental para Tis Pity She's a Whore. Su música ha sido editada por Sony Classical, (Decca), Varese Sarabande, The Verve, Epic, Milan, y Savitor Records. Frecuentemente da conciertos en los Estados Unidos y Europa.    En el año 2005, Kaczmarek recibió el OSCAR a la Mejor Banda Sonora Original por Descubriendo Nunca Jamás, dirigida por Marc Forster. Kaczmarek también ganó el premio de la National Board of Review a la Mejor Banda Sonora del Año y fue nominado a un Globo de Oro y al BAFTA Anthony Asquith al Logro de la música de cine.
    Además de su trabajo en películas, Kaczmarek fue el encargado de escribir dos piezas sinfónicas y corales para dos ocasiones de importancia nacional en Polonia: Cantata for Freedom (2005), para celebrar el 25 aniversario del movimiento Solidaridad, y Oratorio 1956 (2006) para conmemorar el 50 aniversario de un sangriento levantamiento contra el gobierno totalitario en Poznan, Polonia. Ambos estrenos fueron transmitidos en directo por la televisión nacional de Polonia.
    Jan Kaczmarek, que ya dio sobradas muestras de talento en Total Eclipse y Washington Square entre otras, era un compositor que encajaba de maravilla en el proyecto de Lyne. Sin desmesuradas orquestaciones ni dramatismos baratos, Kaczmarek nos presenta en Infiel una banda sonora sencilla, de melancólicas melodías, y perfecta en cuanto a conseguir lo que se propone. ¡El adulterio ya tiene banda sonora oficial! Y es que esta obra es tan evocadora que debería pasar a los anales de la composición para dramas sobre adulterios varios, al igual que Los siete magníficos hizo lo propio en el terreno del western y Star Wars sentó cátedra en la ciencia-ficción.
    Infiel es una obra ejemplar. No tiene ni un solo tema de relleno: todos se disfrutan con igual intensidad que un tema principal, y sus orquestaciones sencillas son la clave de su éxito. Eso sí, es  triste. De hecho es MUY triste. Al igual que El fin del romance de Nyman, no es apto para escucharlo si uno se encuentra en plena crisis sentimental, ya que la música sólo hará que empeoren las cosas... Aunque si un adulterio tiene que consumarse con un tema tan elegante como Triangle, con esa cuerda sensual y ese acordeón mágico que entra en escena de una manera casi erótica, ¡pues entonces casi merece la pena seguir los pasos de Diane Lane en la película!  
    Otro tema que nos hace respirar fuerte es cuando escuchamos los eróticos gemidos de la vocalista noruega Jorane mezclados con la envolvente orquesta de Jan en Sudden Turn. Y es que esta chica es prodigiosa. Su voz aparece junto a la de Sussan Deyhim en unos cuantos temas más (muy notablemente en Silence) Sus gemidos dotan a la partitura de una elegancia contenida. Por supuesto, no son los típicos gemidos sin recato de los films eróticos de Morricone, y esa voz, junto al omnipresente piano y la melancólica sección de cuerda, conforman una banda sonora a todas luces brillante.
    Pero el tema estrella es sin duda el corte Unfaithful, que no es otra cosa que el tema principal desarrollado para toda la orquesta y el piano, llegando a adquirir una belleza que pone los pelos de punta por lo trágico de su sonido.
    Pero si hablamos de pelos de punta, el tema The visit es brillante, ya que la escena a la que acompaña es el encuentro entre cornudo y corneador, y aquí la música se utiliza de manera envidiable, aportando toda la elegancia de la que son capaces Jorane y el maestro polaco, conteniendo los sentimientos y evitando que la escena se salga de madre (cosa que parecía bastante fácil en un principio).  
    En definitiva, una banda sonora indispensable, especialmente para los amantes de lo dramático, lírico, elegante y preciosista, ya que es eso lo que Jan Kaczmarek nos regala esta vez, demostrando que lo suyo son los dramas pasionales. Sus películas de otros géneros pueden tener composiciones impresionantes, pero nunca llegan a tocar los sentimientos del mismo modo que ocurre en sus dramas, ni la música llega a ser tan brillante en su conjunto.

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domingo, 5 de diciembre de 2010

Brokeback Mountain (En Terreno Vedado, 2005)

Como director, Ang Lee ha sido siempre muy consciente del  papel que juega la música en sus películas, y Brokeback Mountain no es una excepción. El ritmo de la película es deliberado, su pasión por el silencio, su escaso lenguaje... Como complemento de esta sensación, y de hecho para generarla, Lee volvió a recurrir al compositor argentino Gustavo Santaolalla para escribir dos canciones y la partitura orquestal de la película. Brokeback Mountain es uno de esos raros casos en los que se rodó el film con la música ya compuesta, e incluso Lee dijo que todas las noches durante el rodaje escuchaba la música de Santaolalla para asegurarse de que estaba rodando las escenas de acuerdo con el sentimiento que se desprendía de la música. Esta estrecha colaboración entre director y compositor es única en el mundo cinematográfico y resultó en un matrimonio perfecto con muy buenos resultados en pantalla.
    La carrera profesional de  Santaolalla empezó en 1967 cuando tenía dieciséis años y fundó el grupo Arco Iris, una banda argentina que amalgamó rock y música tradicional de Latinoamérica en cooperación con ‘rock nacional’. La banda también era parte de una comunidad de yoga guiada por Danais Wynnycka (llamada Dana) y su compañero Ara Tokatlian. Su primer éxito, Blues de Dana, canción ganadora del Festival Beat de la Canción Internacional de Mar del Plata de 1970, estaba dedicado a ella.
    Un año antes formó Soluna, donde tocó con el pianista y cantante Alejandro Lerner y su novia (por ese entonces) Mónica Campins. Juntos grabaron sólo un álbum (Energía Natural, con Charly García, Mauricio Veber y Rody Ziliani como invitados 1977). Santaolalla luego se fue a Los Angeles, dónde adoptó un sonido de rock and roll y también tocó con su banda Wet Picnic (con un miembro anterior de Crucis, Anibal Kerpel). En sus viajes a Argentina produjo el álbum de León Gieco, Pensar en Nada (1980) y grabó su primer álbum solista, Santaolalla, con una notable banda de apoyo, considerado un hito del rock argentino y el primero del rock moderno de ese país.  
    A partir de los años 90, Santaolalla fue uno de los productores musicales decisivos para el boom del rock latino, orientando bandas y artistas latinoamericanos, como Divididos, Juanes, Molotov, Café Tacuba, Jorge González, Julieta Venegas, Jorge Drexler, Bersuit Vergarabat, Fobia, Árbol y Caifanes, entre muchos otros.
Es finales de esa década cuando se dedicó de lleno a la composición de bandas sonoras, entre las que se encuentran Amores Perros, 21 Gramos o Diarios de motocicleta.
    Mientras que la música de Santaolalla siempre ha supuesto un cierto grado de experimentación, su trabajo en Brokeback Mountain es muy predecible, conservador y moderado. Todo este trabajo tuvo buen resultado en una grabación que es muy unificada en la textura, el ritmo y la armonía. La mejor palabra para describir la experiencia de escuchar esta banda sonora es "placidez". Muy a menudo se lamenta el hecho de que una partitura instrumental no encaja bien cuando está acompañada de canciones en CD, pero, en este caso, la grabación es un viaje musical tan rico y premiado como la película misma. Las canciones y la selección de cortes instrumentales están basados en la antigua tradición de la música country estadounidense. La música de la película habla de la angustia y el amor no correspondido. No es de extrañar que Brokeback Mountain se erigiera como una de los mejores bandas sonoras del año 2005, ganando el OSCAR a la mejor banda sonora.
    La música de esta película está escrita para guitarras (acústica y slide) y orquesta de cuerda. En cada uno de los pasajes se les da a las guitarras una gran presencia por la cantidad de reverberación de su sonido, lo que ayuda a dar un poco de peso a los materiales musicales "secundarios" que las acompañan. Además, Santaolalla ideó una progresión de acordes que se repiten una y otra vez. En efecto, pinta con los mismos colores en todo momento, por lo que el sonido resultante se unifica y establece un estado de ánimo que llega al oyente. Sin embargo, a pesar de la considerable calidad musical que se extrae de esta banda sonora,  no existe un marco estructural establecido, ni hay motivos definidos para los diferentes aspectos de la vida de cada personaje. Cada motivo orquestal dura muy poco tiempo, sin pasar casi ninguno de ellos los dos minutos (13 minutos en total para todo el disco). Esto hace que los únicos interesados en esta banda sonora sean los amantes de la música country, a pesar de la calidad de la partitura.  
    Y es que Santaolalla, obviamente, vierte la mayor parte de sus esfuerzos en las canciones: A Love That Will Never Grow Old, cantada con garbo por Emmylou Harris, y No One's Gonna Love You Like Me, interpretada por Mary McBride, son contribuciones originales del compositor que además se encuentran entre las mejores canciones del 2005. No One's Gonna Love You Like Me es la que posee un estilo country más potenciado, y en el sonido y el sentimiento es muy similar a Come Rain or Come Shine. Aunque el tema más potente de esta banda sonora, sentimentalmente hablando, es The Wings. Conmovedor desde el principio, destila desde la primera nota, a partes iguales, romanticismo y nostalgia. Es prácticamente un solo a dos voces entre la guitarra acústica y la slide, y cuando definitivamente la voz del cantante comienza a entonar la melodía se convierte en una canción deliciosa que merece ser escuchada una y otra vez. 
    En definitiva, Brokeback Mountain es una banda sonora de muy agradable y fácil audición, pero se la echa en falta más variedad temática y mayor complejidad compositiva por parte de Santaolalla. Una partitura que gustará a los amantes del country y a los amantes de la música en general, pero que peca, repetimos, de ser demasiado corta y simple. Una banda sonora para pasar una tarde agradable y nada más, a pesar de los premios que ha ganado.   

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