domingo, 5 de diciembre de 2010

Brokeback Mountain (En Terreno Vedado, 2005)

Como director, Ang Lee ha sido siempre muy consciente del  papel que juega la música en sus películas, y Brokeback Mountain no es una excepción. El ritmo de la película es deliberado, su pasión por el silencio, su escaso lenguaje... Como complemento de esta sensación, y de hecho para generarla, Lee volvió a recurrir al compositor argentino Gustavo Santaolalla para escribir dos canciones y la partitura orquestal de la película. Brokeback Mountain es uno de esos raros casos en los que se rodó el film con la música ya compuesta, e incluso Lee dijo que todas las noches durante el rodaje escuchaba la música de Santaolalla para asegurarse de que estaba rodando las escenas de acuerdo con el sentimiento que se desprendía de la música. Esta estrecha colaboración entre director y compositor es única en el mundo cinematográfico y resultó en un matrimonio perfecto con muy buenos resultados en pantalla.
    La carrera profesional de  Santaolalla empezó en 1967 cuando tenía dieciséis años y fundó el grupo Arco Iris, una banda argentina que amalgamó rock y música tradicional de Latinoamérica en cooperación con ‘rock nacional’. La banda también era parte de una comunidad de yoga guiada por Danais Wynnycka (llamada Dana) y su compañero Ara Tokatlian. Su primer éxito, Blues de Dana, canción ganadora del Festival Beat de la Canción Internacional de Mar del Plata de 1970, estaba dedicado a ella.
    Un año antes formó Soluna, donde tocó con el pianista y cantante Alejandro Lerner y su novia (por ese entonces) Mónica Campins. Juntos grabaron sólo un álbum (Energía Natural, con Charly García, Mauricio Veber y Rody Ziliani como invitados 1977). Santaolalla luego se fue a Los Angeles, dónde adoptó un sonido de rock and roll y también tocó con su banda Wet Picnic (con un miembro anterior de Crucis, Anibal Kerpel). En sus viajes a Argentina produjo el álbum de León Gieco, Pensar en Nada (1980) y grabó su primer álbum solista, Santaolalla, con una notable banda de apoyo, considerado un hito del rock argentino y el primero del rock moderno de ese país.  
    A partir de los años 90, Santaolalla fue uno de los productores musicales decisivos para el boom del rock latino, orientando bandas y artistas latinoamericanos, como Divididos, Juanes, Molotov, Café Tacuba, Jorge González, Julieta Venegas, Jorge Drexler, Bersuit Vergarabat, Fobia, Árbol y Caifanes, entre muchos otros.
Es finales de esa década cuando se dedicó de lleno a la composición de bandas sonoras, entre las que se encuentran Amores Perros, 21 Gramos o Diarios de motocicleta.
    Mientras que la música de Santaolalla siempre ha supuesto un cierto grado de experimentación, su trabajo en Brokeback Mountain es muy predecible, conservador y moderado. Todo este trabajo tuvo buen resultado en una grabación que es muy unificada en la textura, el ritmo y la armonía. La mejor palabra para describir la experiencia de escuchar esta banda sonora es "placidez". Muy a menudo se lamenta el hecho de que una partitura instrumental no encaja bien cuando está acompañada de canciones en CD, pero, en este caso, la grabación es un viaje musical tan rico y premiado como la película misma. Las canciones y la selección de cortes instrumentales están basados en la antigua tradición de la música country estadounidense. La música de la película habla de la angustia y el amor no correspondido. No es de extrañar que Brokeback Mountain se erigiera como una de los mejores bandas sonoras del año 2005, ganando el OSCAR a la mejor banda sonora.
    La música de esta película está escrita para guitarras (acústica y slide) y orquesta de cuerda. En cada uno de los pasajes se les da a las guitarras una gran presencia por la cantidad de reverberación de su sonido, lo que ayuda a dar un poco de peso a los materiales musicales "secundarios" que las acompañan. Además, Santaolalla ideó una progresión de acordes que se repiten una y otra vez. En efecto, pinta con los mismos colores en todo momento, por lo que el sonido resultante se unifica y establece un estado de ánimo que llega al oyente. Sin embargo, a pesar de la considerable calidad musical que se extrae de esta banda sonora,  no existe un marco estructural establecido, ni hay motivos definidos para los diferentes aspectos de la vida de cada personaje. Cada motivo orquestal dura muy poco tiempo, sin pasar casi ninguno de ellos los dos minutos (13 minutos en total para todo el disco). Esto hace que los únicos interesados en esta banda sonora sean los amantes de la música country, a pesar de la calidad de la partitura.  
    Y es que Santaolalla, obviamente, vierte la mayor parte de sus esfuerzos en las canciones: A Love That Will Never Grow Old, cantada con garbo por Emmylou Harris, y No One's Gonna Love You Like Me, interpretada por Mary McBride, son contribuciones originales del compositor que además se encuentran entre las mejores canciones del 2005. No One's Gonna Love You Like Me es la que posee un estilo country más potenciado, y en el sonido y el sentimiento es muy similar a Come Rain or Come Shine. Aunque el tema más potente de esta banda sonora, sentimentalmente hablando, es The Wings. Conmovedor desde el principio, destila desde la primera nota, a partes iguales, romanticismo y nostalgia. Es prácticamente un solo a dos voces entre la guitarra acústica y la slide, y cuando definitivamente la voz del cantante comienza a entonar la melodía se convierte en una canción deliciosa que merece ser escuchada una y otra vez. 
    En definitiva, Brokeback Mountain es una banda sonora de muy agradable y fácil audición, pero se la echa en falta más variedad temática y mayor complejidad compositiva por parte de Santaolalla. Una partitura que gustará a los amantes del country y a los amantes de la música en general, pero que peca, repetimos, de ser demasiado corta y simple. Una banda sonora para pasar una tarde agradable y nada más, a pesar de los premios que ha ganado.   

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