viernes, 7 de enero de 2011

The Thin Red Line (La Delgada Línea Roja, 1998)

    The Thin Red Line es una de esas deafortunadas adaptaciones de novelas a la gran pantalla que desilusionan a los lectores de la obra en papel. Muchos son los films que han defraudado a los lectores por no profundizar en la historia de la novela, por no presentar convenientemente a los personajes o por acortar excesivamente escenas importantes en el relato literario. Bien, pues esta película se lleva la palma, ya que presenta un ejemplo de cada cosa. Un desastre de adaptación, para ser sinceros, aderezada con una de las mejores bandas sonoras que ha compuesto el omnipresente Hans Zimmer. Eso, y no otra cosa, es lo que la salvó en muchos círculos críticos. Tal vez Zimmer no pareciera el mejor compositor a simple vista, de todos modos, vistos los resultados, no cabe duda de que fue la mejor elección. Realizó un trabajo inconmensurable, del que, por cierto, quedaron horas y horas en la sala de montaje (recordemos que, en festivales, la película se estrenó con una duración de seis horas). La fuerza con que caracteriza a determinadas escenas y la manera magistral en que se funden música e imágenes convierten a esta composición en una de las mejores de Zimmer, si no la mejor, y en un perfecto ejemplo de lo que debe ser una banda sonora.
    Zimmer nació en Francfort, Alemania, en 1952. De pequeño recibió clases de piano, más tarde se trasladó a Londres, entrando en el mundo de la música durante una larga colaboración con su mentor Stanley Myers. A comienzos de los ochenta se sumergió en el mundo del synthpop y new wave, formando The Camera Club con Bruce Woolley (de The Buggles) y Thomas Dolby, y después, Helden, al lado de Warren Cann, baterista de Ultravox, y Zaine Griff. Cabe destacar que acompañó al grupo Mecano en un concierto celebrado en Segovia en 1984. En 1986 realizó su primer trabajo autónomo en Vardo, aunque siguió colaborando con Myers hasta 1988.
    Por esas mismas fechas compuso la banda sonora de Rain Man, del director Barry Levinson. Con esto, el mundo cinematográfico fijó su atención en el entonces joven compositor, autor de melodías muy rítmicas, con temas muy identificativos y totalmente acoplables a una película. Tras el éxito de Rain Man, Hans Zimmer se integró de lleno en Hollywood y realizó dos trabajos muy importantes: Black Rain y Driving Miss Daisy, junto a otros de películas más comerciales pero con su sello inconfundible, como Days of thunder. Sin embargo, no fue hasta 1994 cuando ganó el OSCAR a la mejor banda sonora por su trabajo en The Lion King (El Rey León), de la Walt Disney, consagrándose así como uno de los mejores compositores de Hollywood. A partir de ahí, su carrera terminó de despegar: Prince of Egypt (El príncipe de Egipto, 1998),  Gladiador (Gladiator, 1999), por la que ganó otro OSCAR, The Last Samurai (El Último Samurái, 2000) y las tres películas de Pirates of the Caribbean (Piratas del Caribe), éstas con la colaboración de su alumno Klaus Badelt, figuran en su haber, entre muchas otras.
    Con respecto a The Thin Red Line, no hemos de tener la menor duda de que nos encontramos ante una de las mejores bandas sonoras de los últimos años. Calificarla de obra maestra puede que sea precipitado, pero ahí está el hecho de que, siendo tan reciente, ya ha sido imitada en más de una ocasión, tanto por el mismo Zimmer (en Pearl Harbor, 2001), como por otros compositores (podemos, por ejemplo, escuchar el corte 3 de Magnolia (1999), compuesta por Jon Brion, prácticamente un calco del tema Journey to the line. Además, esta obra magistral de Zimmer ha sido utilizada en multitud de trailers y montajes televisivos.
    Si algo caracteriza a esta composición es la manera como llega a convertirse en un personaje más del film, transformándose en un narrador, pero en ningún momento convirtiéndose en protagonista. Nunca va la música aparte de las imágenes, demostrando una compenetración perfecta. Para empezar, no podemos distinguir una melodía principal, aunque sí podamos identificar un par de temas que suenan más de una vez con alguna variación. Tampoco podemos decir que sea una música que, en sí, sea de una gran fuerza, con alguna o ninguna fanfarria ni ningún tema típicamente de acción. Lo que escuchamos es una composición que únicamente transmite sentimientos. Y lo hace a la perfección. Podemos percibir en cada momento qué nos están transmitiendo las imágenes a las que acompaña cada pieza, aunque en ese momento no las estemos viendo. Podemos entender qué es la soledad de cada personaje, cómo es en su interior, sólo con escuchar cada tema.   
    Desde la introducción, The Coral Atoll, sabemos que de lo que hablará el film es de personas, no de guerras. Habla de batallas personales, de cómo un ser humano llega o no a comprender a lo que se enfrenta en una guerra. Soledad e incomprensión es lo que sentimos desde este primer momento. Este tema no cuenta prácticamente con una melodía reconocible, son largos sonidos graves de cuerdas marcando un ritmo por encima de alguna percusión, que nos va sumiendo en ese desencanto. Sonidos mezclados, graves que sustituyen a algunas notas sueltas más agudas, que nos recuerdan cómo empieza el filme, contraponiendo la bestialidad de un destructor ante la paz de las islas de la Melanesia.
    Otro tema destacable es The Lagoon, el cual comienza con un canto desgarrador, para írsele sumando luego cuerdas y vientos, en tonos agudos pero tremendamente nostálgicos. El ritmo va creciendo, y con él, el número de instrumentos, para acabarse apagando y unirse al fascinante tema Journey To The Line. Para quien haya visto este filme, se corresponde tal cual con la escena en que atacan un poblado japonés, aunque es usado en más ocasiones con alguna variación. La escena es una de las de más fuerza de la película, y la pieza musical que la acompaña y describe es una de las mejores de los últimos tiempos. Con un ritmo de reloj sonando de fondo y unos sonidos graves y largos apareciendo de la nada, va cobrando una fuerza que ya quisieran para sí muchas conocidas fanfarrias. Se compone de sonidos largos, que empiezan siendo graves, para acabarse fundiendo diversos ritmos, marcados por otros agudos y superpuestos. Al llegar al punto de más fuerza, esto acaba de golpe, para volver al principio de la pieza, a esa tristeza y soledad que caracteriza toda la composición.
    Stone in My Heart es otro de los temas destacables. De nuevo, al arpa se le suman cuerdas y vientos, ahora con unos ritmos repetitivos y rápidos. Por encima suena una melodía que escuchamos en más ocasiones, pero esta vez de forma rápida y algo optimista. Sigue la misma estructura que Journey To The Line, va subiendo hasta un punto en que de golpe se detiene y vuelve al principio.
    Por último, Silence es el último tema instrumental compuesto por Zimmer para esta película. Resumen de los sonidos del film, con tono más alegre, pero siempre cargado de ese profundo pesar de corazón que transmite toda la composición. Recuerda al que más tarde compondría para Pearl Harbor.  
    En definitiva, estamos ante una de las mejores bandas sonoras que ha compuesto el omnipresente Zimmer, además de ser una de las más oscuras. Imprescindible bso que debería situarse dentro del top ten de todo buen aficionado a la música de cine.
 
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